domingo, 29 de enero de 2006

Valldemossa

Calle de Valldemossa

Si hay un sitio de mi isla al que me gusta ir, en el que me siento a gusto y relajado, ese es Valldemossa. A unos pocos kilómetros de Palma y en medio de la montaña. La carretera para llegar no es demasiado mala, con algunas curvas no muy cerradas en la parte de la montaña. Ya a medida que uno se va a proximando en el coche puede apreciar una preciosa vista global del pueblo. Hay varios aparcamientos en la entrada del pueblo, destinados a los visitantes (hay mucho turista). Esta entrada no es demasiado vistosa, como la de cualquier pueblo. Lo bonito está dentro. Como se trata de un pueblo pequeño en apenas dos horas está recorrido por completo, así que no da ninguna pereza adentrarse en las calles más recónditas (es más, sería un pecado no hacerlo). Los circuitos turísticos sólo prestan atención a la Cartuja (donde estuvo alojado durante unos meses el músico Frederic Chopin) y sus alrededores, llenos de tiendas de souvenirs y bares, donde algunos días se monta un mercadillo. La parte que a mi me gusta, por la que me encanta pasear es por decirlo de algún modo la parte antigua del pueblo. Calles estrechas, húmedas, en las que con dificultad llega el sol. En algunas de ellas no se pueden extender demasiado los brazos, ya que en seguida se tocan las paredes. Y lo mejor de todo es que la gente tiene la costumbre de sacar las macetas, y se pueden ver toda clase de plantas en los portales de las casas, colgadas en las paredes, en las ventanas... Además son unas plantas cuidadas por el clima de la montaña, que hace que luzcan con un verde muy especial.

Valldemossa está llena de rincones pintorescos y evocadores. Una fuente, una esquina, la casa natal de Santa Catalina Thomas (muy venerada en la localidad), la propia Cartuja, los portales de las casas, un mirador que hay junto al palacio del rey Sanxo (en días claros se puede ver palma y su bahía), la calle Constitución, el callejón de la rosa, una cabina completamente cubierta de plantas (tanto que casi no se puede acceder al teléfono)... Casi cada piedra del pueblo es digna de ser admirada, de que uno pierda un tiempo contemplándola. La tranquilidad que se respira casi invita a ello.

La época ideal para visitar Valldemossa es en invierno, cuando el frío más aprieta (es uno de los municipios más fríos de Mallorca), sobretodo por la tarde, cuando hay menos gente y se puede captar mucho mejor el pulso del pueblo. Si uno llega a la noche en Valldemossa, da la impresión de que al volver cualquier esquina uno se puede encontrar con Chopin, o Santa Catalina Thomas (los isleños la llamamos La Beata), o con S'Arxiduc (Archiduque Luis Salvador de Austria, personaje legendario en Mallorca, uno de sus ilustres visitantes, que vivió y amó estas islas, y del que aún se habla con respeto, ya que fue uno de los primeros en dar a conocer las islas a los europeos, a finales del XIX y principios del XX).

En fin, poco más que decir de Valldemossa, sólo traer del recuerdo uno de los momentos más bellos y poéticos a los que he podido asistir. Era Enero, en medio de una de esas olas de frío que de tanto en tanto se acercan por aquí. El frío era intenso, muy intenso. Cuando llegué hacía sol, pero en unos momentos bajaron unos nubarrones de la montaña que cubrieron el pueblo de una ligera niebla. Entonces empezó a nevar. Lejos de acobardarme (la nieve en Mallorca no es algo común, y nos asustamos por cuatro copos), seguí caminando, y fui al mirador del palacio del rey Sanxo, para contemplar el valle mientras estaba nevado. Allí, no sé si desde el palacio o alguna de las casas vecinas, se escapaba el delicioso sonido de una de las melodías de Chopin. Nunca llegaré a saber si era alguien que la estaba tocando al pieno o sólo era una grabación, pero la belleza del momento exigía que fuera una interpretación en directo (y quiero pensar que así era). La cuestión es que el frío, la suavidad de la nieve cayendo, la vista de la montaña y la música se conjuntaron para crean un momento precioso, de esos en los que el mundo parece tener un sentido.

2 comentarios:

Andreu Romero dijo...

Ahh, pero te olvidas de la cosa más cojonuda de Valldemossa: esas cocas de patata que tenemos ^__^. Eso no lo hacen fuera.

El Pez Martillo dijo...

Ostras! Pues sí, esas cocas son tremendas. Siempre que me dejo caer por Valldemossa me hago con alguna.

Gracias por comentar en esta entrada taaaan antigua. Un saludo.