sábado, 29 de agosto de 2009

Cipotegato


Las fiestas populares son el medio ideal de conjurar los demonios que en la población se acumulan. Durante uno o varios días, las distinciones se borran y el pueblo se mueve en una algarabía caótica en la que casi todo está permitido. La mejor forma de conseguir esta "unanimidad" es a través de la violencia. Porque el grupo, cuando dirige su ira hacia alguien, genera esa ficción de ser un cuerpo unido y coordinado que tantos beneficios reportará durante un buen tiempo. Pero claro, lo ideal es que el objeto de las violencias sea alguien ajeno al pueblo, puesto que de lo contrario tendríamos instalado un germen de discordia en el interior, algo que podría estallarnos en las manos cuando menos nos lo esperáramos. Por eso los pueblos tienen rivalidades ancestrales con los vecinos, porque a alguien hay que endosarle todos los males, por el bien de la comunidad, para canalizar las tensiones que la vida en común genera.

Todo esto, que no es nada nuevo (lean a Girard), lo he encontrado de una forma clarísima esta semana en las fiestas de Tarazona (provincia de Zaragoza, a los pies del Moncayo). Allí, el 27 de agosto tiene lugar una costumbre muy significativa, encarnada en la curiosa figura del cipotegato. Se trata de un personaje enmascarado con el que el pueblo la emprende a tomatazos. Él intenta huir estableciendo un recorrido por las calles, pero todo el mundo le persigue y le sigue tirando tomates. Parte de la gracia está en que el recorrido es escogido por el cipotegato y cada año es diferente, al igual que el cipotegato mismo, que es elegido entre los jóvenes de la población cada año. Como va encapuchado, nadie sabe quién es, y por lo tanto reúne los suficientes rasgos de despersonalización para ser "lapidado" (porque no se trata más que de una lapidación simbólica). sin remordimientos. Al final, el cipotegato se quita la máscara y todos le reconocen. Empieza entonces la fiesta como tal. Ya se ha purificado toda la rabia acumulada. Ya ha actuado el pueblo "todos a una", y con ello ha renovado los votos comunitarios. Es el momento del jolgorio y la celebración, el mundo puede continuar su curso durante un año más.

1 comentario:

PENSADORA dijo...

Uno de mis asuntos pendientes, me encantaría ir a darme de tomatazos a Tarazona.

Por aquí son unas fiestas famosas y reconocidas, si es que aquí en Aragón somos burricos, burricos.

En fin...