jueves, 7 de agosto de 2014

Salvándonos hacia el peligro

A veces lo que hacemos para mantenernos a salvo nos expone, por distintos caminos, de forma más clara a aquello que pretendemos conjurar. Es lo que ocurre con las medicinas, que lo mismo pueden usarse para curarte o para matarte. 

Un claro ejemplo de ello es lo que ocurrió durante la gran peste del siglo XIV, cuando la gente acudía en masa a las iglesias y a los rituales que se organizaban para solicitar la intercesión divina contra la enfermedad. De este modo, aquellos oficios fueron terreno abonado para la expansión de la peste, que se cebó entre aquellos que más hicieron (con las creencias de entonces) para evitarla. 

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