jueves, 9 de julio de 2015

Va de referéndums

Ahora que se han puesto de moda los referéndums, quiero hacer varias reflexiones sobre ellos. No me gustan, puesto que se venden como el colmo de la democracia y yo tengo mis dudas de que así sea. Es verdad que se articula un cierto debate en la sociedad gracias a ellos, y permiten participar en algunas decisiones. Sin embargo, estas decisiones son aquellas que los gobernantes que plantean el referéndum quieren, y en la forma que ellos quieren, con lo que la supuesta democracia queda reducida a un instrumento en manos del poder. Por un lado, está la cuestión de la respuesta, que normalmente sólo nos da dos alternativas que anulan cualquier clase de matiz que se pueda dar (claro que muchas veces las preguntas son muy concretas: ¿quieres esto, sí o no?, pero aún así se pueden decir muchas cosas al respecto). Por el otro, está la idoneidad del momento, ya que según cuándo se vote, el resultado puede ser muy distinto. Me explico: pongamos por caso que se plantea un referéndum sobre la pena de muerte a los terroristas, seguro que el resultado no sería el mismo si se celebra el día antes del 11S que si se celebra el día después. Y aquí entra en juego el interés de los que plantean la pregunta, que pueden hacer que el fervor por la respuesta que les interesa que salga se mantenga de forma artificial. 

Además, está la cuestión del cómo planteamos la pregunta, que puede ser más o menos confusa, amplia, interpretable, y según se entienda se puede opinar una cosa o la otra. Eso si no planteamos cuestiones psicológicas, como que nos cueste más decir que no o que sí (según el estado de ánimo, lo que nos lleva a lo que decíamos antes), por lo que plantear la pregunta de forma que lo que queremos que salga sea el sí o el no, puede modificar el resultado.

Finalmente, es tan democrático un referéndum, que no pocos dictadores los han planteado. No es una enmienda hacia los referéndums, pero es una prueba de que son algo tan fácilmente manipulable desde arriba, que los grandes totalitarios no han podido evitar utilizarlos en su favor para legitimar algunas decisiones de sus tiranías. Franco lo hizo en los sesenta. Y Hitler ratificó la anexión de Austria gracias a un referéndum (mediante la papeleta que ilustra la entrada, con un llamativo Sí dos veces más grande que el No). Claro que una democracia lo haría de una forma más elegante y menos burda, pero siempre nos quedaría la duda de si en el fondo, no está ocurriendo algo similar. 

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