sábado, 3 de febrero de 2007

Realidad impregnada


Sigamos con lo de ayer.

Parece claro que la realidad es esencial para el mundo. Ella es el substrato en torno al cual se teje el mundo, formando también parte de él. El mundo, en apariencia, es algo cerrado, como una burbuja que se va apropiando de lo que hay fuera y lo integra en ella, pero que no deja salir nada. Dicho más sencillamente, si es fácil rastrear la huella de la realidad en cada mundo, no lo es tanto que la cosa vaya en la dirección contraria.

En efecto, si el mundo son los significados y la afectividades que crecen sobre la realidad, es algo más bien nuestro, algo que nosotros le ponemos a los objetos, y es imposible que esas sensaciones se trasladen a ellas. No siempre es imposible. Porque existe un mundo común, un conjunto de creencias y significados que compartimos con la comunidad en la que vivimos. Cultura, tradición, religión..., todo esto son fenómenos que crean un mundo común, que luego será matizado por cada uno de nosotros.

Pero también podría pensarse en algo así como una impregnación mundana de la realidad, que los objetos en torno a los cuales se ha desarrollado un significado y afectividad profundos, queden empapados de eso, y que luego se transmita a todo el que pase por allí formando parte de la realidad misma. Me estoy refiriendo a esos fenómenos que a veces se dan en los cuales al llegar a un sitio nuevo para nosotros, sentimos algo allí que en principio no deberíamos sentir. Paz, inquietud, nerviosismo... Los matices son muchos. Y creo que todos podríamos contar alguna experiencia. La cuestión es hasta qué punto es una parte de mundo hecho realidad o es más bien nuestro mundo el que nos sugiere eso. Es normal que un hospital, o unas ruinas, o un lugar sagrado, pueda generar en nosotros esas sensaciones, pero yo querría ir más allá, cuando nos sentimos alterados en lugares o ante objetos con los que no tenemos un substrato mundano al que apelar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si tu reflexión anterior me recordaba alguna cosa de Ser y tiempo -y de la antropología filosófica, de Scheler, Plessner, Gehlen y compañía-, lo de hoy me trae a Wittgenstein... no son malos referentes en los que apoyarse, ni mucho menos. Pero me parece que vas un pasito o dos más allá. Si te he seguido bien, aparte de la realidad "objetiva", tenemos mundo, que, al parecer, es tanto mundo privado como público, o personal y social. Y los objetos de la realidad se impregnan de algún modo de alguno de esos mundos; ¿de ambos? Al impregnarse, ¿pasan entonces a ser "mundo"? Al hacerlo, ¿dejan de ser "realidad"? ¿Cuál es la relación entre ambos términos? ¿Crees que puede ser ontológica -en un sentido laxo, si quieres- o es más bien una cuestión de "perspectiva", en el sentido más o menos nietzscheano, si así se quiere?

Creo que hablas de una cosa, en lo de las reacciones a determinados objetos "impregnados", a la que yo en su día quise referirme como experiencia metafísica; aquella que tiene su inicio en un objeto del mundo -de la realidad, en el sentido que tú le das, más bien- pero que, de algún modo, no termina en él, y que tampoco es fácilmente explicable apelando a condicionamientos psicológicos o sociológicos -a los mundos privado y público, respectivamente-. Hay tema... te invito a que sigas escribiendo sobre ello, amigo.

El Pez Martillo dijo...

La distinción entre realidad y mundo, y mundo colectivo e individual es más bien analítica. Es decir, que no es real, ya que las tres instancias se dan a la vez y a veces es difícil separarlas. Cuando nos acercamos "objetivamente" a los objetos, cuando vamos a la realidad, lo hacemos desde nuestra mundanidad. Es aquello de Heidegger de ser-en-el-mundo. El mundo, por decirlo así, lo ponemos nosotros, está en nosotros. La dimensión colectiva es innegable, piénsese en todos los significados culturales, símbolos y demás (por ejemplo, una cruz en mucho más que dos líneas cruzándose perpendicularmente). La dimensión individual, en cambio, está más mediatizada con las vivencias personales, en combinación con el mundo colectivo (un ejemplo podría ser una canción, que a mi me puede traer recuerdos o emocionarme, mientras que a otro uede dejarle en la más completa indiferencia).

Sobre la impregnación, está claro que la realidad influye en el mundo, éste la necesita, como dije, se entreteje con ella. Mi planteamiento iba en la dirección de la posibilidad de que algo mundano, un significado, una vivencia, un sentimiento, se desmundanice y pase a formar parte de la realidad. Es decir, que yo, al pasar ante un objeto que en su día recibió un impresión fuerte de alguien, pueda yo percibir esa emoción o esa vivencia de modo objetivo (en cualquier caso sería una vivencia, y por lo tanto un contenido mundano, pero que vendría del obeto y no de mi). No sé si me explico.