miércoles, 30 de mayo de 2007

Tic Tac


Hay días en los que Sergio no puede dormirse. No ocurre muy a menudo, pero ocurre. El cansancio, la tensión acumulada, el calor, o vaya usted a saber qué motivos son los que le impiden conciliar el sueño de forma rápida y confortable. Esas noches sólo percibe la oscuridad y el silencio, que se extienden por toda la casa. Con un poco de suerte, hay luna llena y un tenue resplandor argénteo le permite ver algo de lo que se extiende más allá de la puerta de su habitación. Cualquier clase de luz le molesta, y baja las persianas por completo, por lo que el cuarto permanece en la más absoluta penumbra. Como si estuviera metido en un pozo, sumido en la sombra y sólo viendo la abertura por encima de él. Así se siente Sergio en estas noches de insomnio. Da vueltas en la cama, prueba posturas nuevas para ver si así se relaja más. Boca arriba, boca abajo, de lado, con una pierna fuera de las sábanas... Cualquier prueba es buena. Pero ninguna funciona. Por encima del silencio, ominosamente superpuesto a él, pero sin anularlo, el tic tac del reloj de pared del comedor. Se le mete en la cabeza, y no puede oir nada más. De día no se oye, absorbido por los sonidos de la vida cotidiana. Pero por la noche sale a escena y lo impregna todo. El tiempo se hace audible y le llena de angustia. No le deja dormir como él quisiera, lo siente pasar por todas partes. Por debajo del tic tac, el bum bum de su corazón, algo acelerado, recordándole que él tiene su propio reloj, y que algún día se le acabará la cuerda. El reloj de fuera en paralelo con el de dentro, como un recuerdo, un modo de tener ante los ojos la realidad del deterioro y el envejecimiento, del progresivo avance de la muerte, que no es que venza de una vez y ya está, sino que poco a poco se va apoderando de nosotros, desgastándonos. El péndulo sigue su peregrinar entre dos puntos fijos, marcando así el avance de la señora de la guadaña, y Sergio lo siente como si estuviera sobre él, gigantesco, amenzándole, acercándose a su cuerpo. Atado en el oscuro pozo de la existencia, el péndulo se cierne sobre él, y algún día lo desgarrará, y vendrán a llevárselo, ya sin vida, al lugar donde los buitres lo devorarán. En su lugar pondrán a otro, que intentará olvidar la negrura del pozo y la presencia del péndulo. Pero en algunas noches de insomnio todo se le hará presente. Y no se podrá dormir. Aunque al final el sueño siempre aparece y aparta esos pensamientos sombríos. Al menos hasta la próxima vez.

2 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

¿Quién será el tal Sergio?

PD: si me está leyendo, caro Sergio, recuerde que la postura que más relaja en la cama no es el 'boca arriba' o el 'boca abajo', sino el 'boca a boca'. pruebe, pruebe :-)

El Pez Martillo dijo...

Posiblemente haya algún Sergio leyéndome, pero yo no conozco a ninguno, así que no busquen ningún personaje real a quién atribuirle las vivencias relatadas. Ya sé que para esto lo mejor es hablar de alguien sin citar su nombre, queda más impersonal y todos se pueden identificar. Pero esta vez lo hice un poco más concreto. Lo del nombre fue por sorteo. Abrí la agenda al azar y pillé el primer santo que apareció.

Puesto que no iba dirigido a mí, no voy a hacer comentarios sobre la psodata de Horrach. Sólo una precisión: mejor el boca-labios.