jueves, 25 de septiembre de 2008

Diario de las Pitiusas II. Formentera.


Otro madrugón y otro barco. Y esta vez ha sido algo más movidita la cosa, con un par de sacudidas bien graciosas (menos mal que mi estómago está sereno). La sensación de llegar a la isla es la de pequeñez. Si Ibiza ya daba esa sensación, con Formentera es aún mayor, puesto que la mayor distancia que se puede recorrer es de unos veintipico kilómetros. Y ahora que el verano y la masificación aflojan, se respira una paz encantadora. Sus playas de aguas cristalinas son de lo mejor (y eso que a mi la playa no me gusta, pero si es así y con poca gente, pues mejor), y otra vez hemos tenido que darnos un chapuzón por la mañana. Después hemos buscado algún sitio donde comer (algo de mar, que no en vano estamos tan rodeados por él) y luego a recorrer la isla de arriba a abajo, buscando los lugares típicos: esas higueras enormes que hasta sirven para cobijar al ganado, s'Estany Pudent y Ses Salines, dos "lagos" con dunas que son espacio protegido. Esto es algo que llama la atención de esta isla, que está más protegida que sus hermanas mayores (a excepción de Menorca) y conserva su carácter ciertamente paradisíaco (vamos, que el impacto del turismo y todo lo que acarrea es mucho menor).

Pero si me he de quedar con algo, decididamente son los faros. El de Sa Mola, que sirvió a Julio Verne de inspiración para su faro del fin del mundo, y también el de Cap de Barbaria (relativamente conocido por aparecer en el cartel de Lucía y el sexo). Me gustan los faros, tienen una poética especial. Su carácter de guía y de salvadores los hacen interesantes, además de ser edificios solitarios en lugares agrestes. Y los paisajes en que se erigen también son llamativos. Acantilados, rocas, zonas tempestuosas... Estos están en acantilados cortados a plomo sobre el mar. Me imagino a los dioses contemplando la tierra desde sus lugares, jugando a unir los puntos de luz de los faros y a trazar figuras imposibles. Y casi he podido sentir el alivio de los marineros perdidos y resignados a morir a los que divisar estas columnas coronadas de luz les sirvió para renacer en sus esperanzas.

Siguiendo con las comparaciones, si Ibiza es telúrica y poderosa, Formentera lo es más, en proporción inversa a su pequeño tamaño. Sentado sobre sus rocas , escuchando música en el mp4 y meditando, he sentido cómo algo de su energía me era transmitida. ¿Sabré usarla bien? Me gustaría. Y también me hubiera gustado quedarme más tiempo, pero el billete de vuelta marcaba que al caer la tarde habíamos de meternos en el barco otra vez, y así hemos hecho. Nuevamente Ibiza, al hotel y a dejarme caer por el ciberespacio un ratín. Y ahora me avisan para ir a cenar, que hoy sí que podemos trasnochar un poco más, ya que mañana no tenemos ningún reloj que nos tiranice. El plan, muy simple: cena y a tomar algo. Y a ver lo que pasa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola amigo pez!!! Espero lo este pasando muy bien por la isla vecina y en buena compañia (por cierto saludos de mi parte a su musa favorita).
Que envidia me has dado con esa visita a Formentera debe estar en estas fechas en su esplendor, sin tanto guiri suelto. Me has echo recordar todos esos lugares que yo he tenido también la suerte de visitar. Y esas aguas y el moreno que se pilla en unos dias allí... bueno el año próximo espero volver.
Termine de disfrutar de estas vacaciones que en poco volvemos a la rutina.Saludos.