sábado, 14 de noviembre de 2009

Exvotos


Uno de los lugares más sobrecogedores en los que he podido estar es en cualquier sala de exvotos de cualquier iglesia. Sólo he estado en unas pocas, pero no puedo olvidar ninguna de ellas. Se supone que los exvotos son muestras de gratitud ante la intercesión de algún santo en accidentes o enfermedades, pero la verdad es que la acumulación caótica de retratos antiguos, muletas, vestiditos de infantes, cascos, material ortopédico... es de lo más siniestro. Es como si en todos aquellos objetos hubiera quedado algún resto del dolor padecido, de la angustia sentida, de la incertidumbre vivida, y allí todos juntos, funcionaran como un condensador y generador de desasosiego. Al menos esa es la sensación que me han provocado estos lugares. Y alivio al salir.

Hay pocas de estas salas, supongo que porque la gente ya no frecuenta como antes las iglesias y porque la medicina actual asegura mejores resultados que las oraciones y la fuerza de las peticiones ha decrecido (seamos realistas, puede que haya quien rece cuando uno se pone enfermo, pero no se reza igual con antibióticos que sin ellos). Y también porque incluso la misma Iglesia, que tan reacia y aferrada a sus tradiciones se muestra en según que aspectos, ha sucumbido a la dulcificación y al buenismo dominantes en nuestro mundo, y eso de mostrar que hay mucha gente que sufre y ha sufrido queda feo en este mundo, el mejor de todos los posibles gracias a nuestros líderes políticos y religiosos, grandes timoneles del bienestar (faltaría más!).

1 comentario:

Johannes A. von Horrach dijo...

Son tremendamente angustiosas esas salas, doy fe. La que más me ha impresionado es la que hay (muy pequeñita pero matona) en el Puig de sant Salvador, sitio por lo demás muy querido por un servidor.

saludos