domingo, 14 de marzo de 2010

Árbitros de rugby vs árbitros de fútbol


Cuando uno se acerca al mundo del rugby, llama la atención la actitud del árbitro y la de los jugadores hacia él. Más que una especie de juez espectador del juego y que señala infracciones, tiene una parte activa en el desarrollo del partido. Es un director de juego. Continuamente da indicaciones a los equipos para que el juego se desarrolle de forma limpia y clara, y no tiene ningún reparo en explicar sus decisiones. Es más, es habitual que se dirija a los jugadores para decirles el porqué ha pitado algo. Además, lleva un micrófono, con lo que todo el mundo puede escuchar lo que dice y, llegado el caso, eschárselo en cara.

Los jugadores le hacen caso y no suelen discutir ninguna de las decisiones arbitrales (que suelen ir bien argumentadas). Resulta chocante ver la actitud gentil y caballeresca (y casi servil) con la que se desenvuelven esos tipos enormes con pinta de salvajes en su trato con el árbitro. Pero es que el árbitro se gana su respeto. Si ha de decir algo al equipo, lo dice al capitán. El otro día vi como un árbitro apartaba y hacía callar a un inglés para decirle que sólo hablaba con el capitán.

Esto llama la atención si se viene del mundo futbolístico (no es que sea un aficionado al balompié, pero es imposible no estar al tanto), en el cual el árbitro es un auténtico chivo expiatorio blanco de todas las iras (al igual que el gobierno, tiene la culpa de todo) de los aficionados. Y si sólo fuera de ellos todavía iría bien, porque es común ver a jugadores y entrenadores enfrentándosele de manera poco amistosa. Todas sus decisiones son discutidas y no hay jornada en la que no haya algún árbitro que sea protagonista por alguna cosa (eso cuando no hay sospechas de que todos están comprados).

Y lo que ya es el remate y te deja con cara de tonto es ver cómo recurren a la televisión si no tienen clara alguna cosa. plantear eso en el fútbol, me temo, conduciría a bizantinas y agrias disputas, típicas de un deporte decadente y sin clase como es el balompié, que necesita de estas cuestiones colaterales para tener algo de vidilla.

1 comentario:

Johannes A. von Horrach dijo...

Es que la figura del árbitro evidecia cosas esenciales de cada deporte. En el rugby la idea de fondo es el respeto a la autoridad, aunque la autoridad debe ganarse el citado respeto, no puede ser despótico ni altivo. Se respeta al árbitro como él respeta a los jugadores, porque la idea del rugby es que es un deporte de caballeros (y quien no quiere serlo es castigado con un oprobio que no se da en el fútbol). En el fútbol la cosa es muy distinta, pues caballerosidad hay poca (los jugadores están más pendientes de engañar al árbitro que de jugar, y el público suele premiar a los tramposos), y el árbitro, como dice usted, es el chivo expiatorio del juego. Estas actitudes demuestran que en el fútbol lo que prima es el victimismo, además de cosas como la pose (qué pintamonas suelen ser los futbolistas, cada día más metrosexuales. Y se quejan de que entrenan mucho...), etc., lo que lo convierte en un deporte adolescente.

El ritual del árbitro a la hora de dirigirse a los jugadores está muy bien. Estos, a su vez, se dirigen hacia él anteponiendo el "Sir...". Un ejemplo paradigmático de hace unos años:

http://filorugby.blogspot.com/2009/08/esto-es-rugby.html