sábado, 28 de enero de 2012

Encarnizamiento

Como en esas situaciones de encarnizamiento terapéutico, en las que nos cebamos en poner tratamientos y probar cosas sobre pacientes que en el fondo sabemos que no tienen remedio y es prolongar la agonía, temo que algo así nos esté pasando en todos (o casi todos, por no ser tan pesimistas) los planos y frentes en que estamos en crisis. Morir también es un modo de dejar de sufrir, y llega un momento en que hay que dejarnos ir, por nuestro bien.

Ya sólo queda aspirar a ser un digno cadáver y que no nos tengan que esconder para velarnos.

martes, 24 de enero de 2012

Un "lustroso" espejo

Justo ahora he caído en la cuenta de que hoy el presente blog cumple cinco años. Cinco. Un lustro dando reflejos. A veces lúcidos (quiero pensar), a veces turbios (las más) y otras sin ton ni son. Empezó con la vocación de comentar la actualidad, pero le duro poco. Hubo otro tiempo en el que pretendía ser una especie de mesa de bar para debatir, en que me animaba la polémica. Tuve mi fase estajanovista, con entrada diaria. Ahora está un poco desvaído, más fragmentario y esporádico, las entradas son como bocetos y esto es más un diario del que me acuerdo no todos los días. Podría ser el inicio de la disolución, de la vía muerta en que, por otra parte, se ha convertido mi vida últimamente, una inercia a la que sólo espera un quieto final. O puede que sea una simple transición, una interfase, una gripe que hay que pasar para arribar a nuevas e insospechadas orillas. Espero poder recapitularlas dentro de otros cinco años, porque, aunque algo desganado (como en tantas otras cosas), no quiero dejar morir el blog. No al menos hoy.

jueves, 19 de enero de 2012

Una estampa palmesana

Lo que son las cosas, llevas (casi) toda la vida en una ciudad, la has pateado de arriba a abajo, se podría decir que la conoces bien, pero aún guarda sorpresas. Por ejemplo, la estampa que he descubierto recientemente, en la palmesana calle del Archiduque Luis Salvador de Austria (un personaje que dejó una tremenda huella en la isla, tanto que un siglo después de su muerte, aún nos referimos a él como s'Arxiduc, como si no hubiera más). La calle, que en si no es más que una avenida mediana, normal y corriente, según se sube desde las avenidas (así conocemos aquí a un conjunto de avenidas, estas sí amplias y centrales, que siguen el trazado de la antigua muralla de la ciudad), nos regala una espectacular visión del Puig Major, el techo de la isla (1445 metros), enmarcado por los edificios, árboles y farolas. Además, como se puede apreciar en la foto, el obelisco que hay en una plaza al principio de la calle (conocida por los palmesanos como la "plaza del supositorio"), parece apuntar directamente a la cima de la montaña, coronada por un radar del ejército que controla todo el Mediterráneo occidental (ahora solo hay una esfera, pero hasta hace unos años había dos, "ses bolles des Puig Major").


Parece que estuviera ahí al lado, que la mole de la montaña se alza al final de la calle. Pero está a unos 50 km (aunque en realidad no es tanto, para los isleños eso es todo un mundo). 

Fue todo un descubrimiento, una de esas cosas inesperadas que descubres por casualidad y que no acabas de comprender cómo es que nadie te lo había hecho notar o no es apenas conocida esta, al menos para mi, espectacular estampa palmesana.

jueves, 12 de enero de 2012

Orgullo patrio

¿No es un poco absurdo estar orgullosos de haber nacido donde se ha nacido, ser de donde se es? Uno puede enorgullecerse de haber hecho algo, de algún logro personal, de lo que hagan familiares y amigos. Pero de una circunstancia azarosa como es el nacimiento, que está más allá de nosotros, es algo cuando menos curioso. Sin embargo, es muy común que la gente diga que está orgullosa de ser X (ponga lo que quiera en esa X: andaluz, catalán, palmesano, sueco...). Puede que en ello tan sólo haya un afán conformatorio y autocomplaciente, por aquello de que lo propio y cercano se ve como lo mejor del mundo mundial (porque, seamos sinceros, ¿no iba YO a estar donde está lo más mejor?). Pero sigue siendo un poco estúpido. Como mucho, en algunas circunstancias se puede aceptar el alegrarse de haber nacido en un lugar y bajo unas circunstancias y no en otro (por ejemplo, mejor ser de Villatorrijos que no ser mujer en Afganistán). Pero de ahí al orgullo, hay un buen trecho. 

No se trata, en resumen, de despreciar el lugar de origen, pero tampoco de venerarlo como si fuera el paraíso en la tierra, que es lo que ocurre con muchos de esos que se inflaman de orgullo patrio, que tienden a no aceptar que se diga nada negativo y a magnificar lo positivo. 

Servidor, por lo demás, como reza la imagen, estoy orgulloso de ser una forma de vida basada en el carbono. 

miércoles, 11 de enero de 2012

La tragedia española

Se ha dicho a veces que una circunstancia recurrente de la historia española es aquello que se cuenta del Cid: "¡Oh Dios, qué buen vasallo si tuviese buen Señor!". Parecería que una de las desgracias nacionales es la de que no haya líderes a la altura de los tiempos, que sepan sacar el máximo rendimiento a las potencialidades de la población, provocándose así un doloroso desperdicio de fuerzas y talentos. 

Aunque es indudable que hay algo de ello (no hemos tenido excesiva suerte entre nuestros gobernantes), no es menos obvio que de la población española tampoco se puede esperar gran cosa. Muchos líderes serían mejores si no fuera por sus liderados, que a menudo han actuado como lastre para ellos y para el país, en definitiva. Así se contituye el círculo vicioso de la tragedia española, y sólo cabe esperar pequeñas y breves conjunciones, golpes de suerte, destellos que iluminen la negrura que es España.