lunes, 20 de agosto de 2012

Choque visual

Vivo (todavía) en una barrio de esos que los filisteos llamarían "multicultural", pero al que a mí me gusta más llamar "de aluvión". Las distintas corrientes migratorias y avatares históricos han ido trayendo gentes de todas partes (de todas, casi literalmente), componiendo un mosaico curioso, bizarro, sorprendente y por momentos explosivo. Sólo un barrio así nos puede brindar imágenes como la que contemplé el otro día. 

Iba yo en mi coche volviendo del trabajo a casa. Tres y pico de la tarde. Semáforo que se me pone en rojo y servidor que se para. Para los peatones, su luz se puso en verde. Y entonces, ante mí, se cruzaron dos mujeres. Una de ellas, musulmana, cubierta de pies a cabeza, de negro (Chador, creo que se llama el asunto). Sólo un óvalo en el tejido dejaba ver su cara. Imposible adivinar sus formas corporales. La otra, caribeña, de generosas curvas. Top y minifalda ajustados (ajustadísimos, casi diría que varias tallas menos de lo que le tocaba). Taconazos y contoneo sensual.  

Allí sentado ante el volante, detrás del parabrisas, la escena, cotidiana y supongo que miles de veces repetida (incluso por esas mismas mujeres, quién sabe), me sorprendió. Me pareció una imagen de una gran fuerza. De esas que vales más (mucho más) que miles de palabras (seas cuales fueren y en la dirección que fueren). 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta observación tan habitual en nuestras calles desde hace algunos años me obliga a denunciar el mito del multiculturalismo, uno de los tumores cerebrales de nuestro sistema político. Bien, al menos, hay tres formas de interpretar las culturas, atendiendo a relaciones matemáticas de igualdad, desigualdad y superioridad-inferioridad. En primer lugar, se puede pensar que una cultura dada es mejor o superior que las otras (etnocentrismo). En segundo lugar, se puede considerar que todas las culturas son iguales y que, por tanto, tienen el mismo valor o importancia (isovalencia o relativismo cultural). En tercer lugar, se puede considerar que cada cultura es única e insustituible y que, por tanto, no guarda relación alguna con el resto de culturas (multiculturalismo). De esta última tesis se desprende que solamente los miembros de una cultura pueden entender a los restantes miembros de esa misma cultura. A mi juicio, las tres interpretaciones son falsas, porque incurren en los principios del egoísmo colectivo, la igualdad de lo diferente y la negación del intercambio de conocimientos objetivos (por ejemplo, el teorema de pitágoras). También podríamos preguntarnos qué es la cultura, pero me extendería (si no lo he hecho ya) demasiado.

PENSADORA dijo...

¿Y para que complicarse tanto, anónimo?, mi barrio también es multicultural porque alberga múltiples etnias.

Jo pez! el otro día me pasó lo propio pero la latina era más bien una gitana tremenda (guapísima y voluptuosisíma).

A mí que me encanta observar esas variaciones y variedades... no sé, un punto antropóloga que tengo.

El Pez Martillo dijo...

Anónimo, nunca se es demasiado extenso. Gracias por el comentario. Respecto a esto de la "multiculturalidad", yo soy bastante pragmático: llámesele como se quiera, la cuestión es que hay zonas en las que hay gente de todas partes y con distintas costumbres viviendo más o menos mezclados (y aunque potencialmente y a priori puede parecer algo conflictivo, el hecho es que no se llevan mal, al menos de momento), las teorizaciones de cómo manejar esa convivencia y riesgo potencial (en principio real, aunque sea un estar uno al lado del otro y no en auténtica convivencia ) vienen después.

La cuestión es que tengo indhues en el balcon de en frente, y bajo ellos, un almacén donde los africanos guardan sus cosas de venta ambulante, comercios chinos a la vuelta de la esquina, una mezquita a 100 metros de mi portal, que está a 50 metros de una iglesia. Un poco más lejos hay una discoteca latina (y varios de ellos en el piso de arriba), en una calle paralela tengo varios puticlubes con rusas, rumanas, caribeñas.... Todo ello aderezado con centros evangélicos repletos de gitanos. Para completar la cosa, un típico mercado palmesano de toda la vida al final de la calle. Y aunque alguna vez ha habido algún pequeño conflicto, el ambiente no es malo del todo. La gracia está en eso, que a pesar de las enormes diferencias y contrastes, se convive.

Pens, es que las gitanas cuando se ponen, se ponen (estéticamente demasiado extremas para mi gusto, pero las hay de tremendas).

Saludos.